36 aniversario del Estatuto de Gernika

La historia de las constituciones es la historia de la lucha por profundizar en los derechos de las personas. Y sigue siendo un camino inacabado.

A lo largo de la historia, las democracias liberales han ido, poco a poco, incorporando a las libertades formales los derechos sociales.

Desde la Constitución de Cádiz, en la que llama la atención que se siguiera manteniendo la religión católica como única y obligatoria para todos. Con la llegada de la República, cuando se incorpora a la ciudadanía a media sociedad, ignorada hasta entonces en el derecho: porque por fin logran las mujeres el derecho al voto. Y por fin la Constitución del 78 con la que, definitivamente, dejamos de ser súbditos a ser ciudadanos y ciudadanas.

Y en este discurrir de las democracias liberales, que poco a poco van incorporando a las libertades formales los derechos sociales, surge a finales del siglo XIX (y sobre todo principios del XX) un nuevo problema de libertad: el que se plantea sobre el derecho de cada persona a tener una identidad propia. Los nuevos Estados nacionales resolvieron este problema incorporando a ese nuevo Estado una única identidad nacional homogénea y uniformada, lo que produjo una gran violencia sobre las personas con identidad diferente.

Y de ahí nacen los Estatutos como solución institucional a la diversidad de identidades en una misma sociedad. No se plantean como reparto de poder territorial, sino para reconocer la diversidad de identidades en una misma sociedad y garantizar, desde lo público, su articulación. Una solución, sin violencia, frente a la identidad diferente del “otro

Surge así un concepto radicalmente diferente de autogobierno. El autogobierno es una nuevo avance en las libertades de las personas, como antes con las Constituciones liberales fueron la libertad de conciencia o el voto femenino. El autogobierno incorpora el derecho a la libre identidad sin crear violencia social. Reconoce la naturaleza tenazmente diversa de las sociedades, lo mismo que el liberalismo reconoce la pluralidad ideológica innata en todo grupo humano.

Es verdad que los nacionalismos han considerado el autogobierno como embrión de Estado nacional y eso crea tensiones, no fundamentalmente con la Administración central, sino en la propia sociedad compuesta por ciudadanos con identidades diferentes.

Estamos ya en un nuevo siglo que nos está cambiando el mundo y la vida. Y uno de los conceptos que más se modifica es el concepto de soberanía. El viejo concepto de soberanía absoluta de una sociedad es ya una sombra del pasado.

En Europa hoy los Estado nacionales están cambiando hacia arriba (con la creación de la Unión Europea) y hacia abajo ampliando la capacidad de autogobierno de los territorios que lo forman. Seguir pensando que el Estado francés o el español son los viejos Estados nacionales es luchar contra fantasmas del pasado.

Estamos viviendo cambios profundos en la concepción misma de la organización institucional de las sociedades europeas. Estamos construyendo, un nuevo tipo de Estado multinivel, de soberanías compartidas, desarrollando simultáneamente dos conceptos, sólo aparentemente contradictorios:

  • fortalecer la unidad de Europa (crear un nuevo tipo de Estado común para todos los europeos, un Estado que es incipiente aún y que se encuentra con resistencias),
  • y un mayor reconocimiento a la capacidad de autogestión de los territorios.

Las propuestas institucionales que hacemos los Socialistas no se pueden entender sin esta visión global de crear nuevas instituciones para dar solución a los problemas de la nueva modernidad.

El camino de libertad es un viaje inacabado y en Europa estamos viviendo un momento seminal, de nuevo inicio, para reconocer más libertad a las personas.

Por eso, los Socialistas planteamos la renovación del pacto constitucional. Es una propuesta que intenta resolver los problemas que hemos ido identificando a lo largo de de estas casi cuatro décadas, pero sobre todo para nosotros, un intento de conquistar la nueva modernidad. De modernizar e incorporar en el nuevo pacto ciudadano esta pertenencia múltiple de ciudadanía ampliada. Es el intento de incorporar nuevos derechos y libertades para las personas. Es el intento de poner freno a la violencia social que se puede producir sino se resuelvan nuevos requerimientos de libertad e igualdad que plantea este nuevo tiempo.

Por eso celebramos hoy el aniversario del nuestro Estatuto de Gernika reconociendo nuestro pasado pero mirando hacia el futuro.

Pero esta celebración es también una llamada al debate y a la creación de un nuevo consenso. Los Socialistas planteamos una reforma constitucional federalistas. Pero se trata de un federalismo del XXI. Un federalismo que incorpora Europa en su construcción, y un federalismo que al pacto clásico de los territorios añade la diversidad de identidad como elemento fundante de las nuevas sociedades abiertas.

Y el día 20 de diciembre vamos a comenzar a construir ese nuevo pilar de una Constitución reformada, que amplia la pertenencia de la ciudadanía a toda Europa, que reconoce la capacidad de autogestión de los territorios y que garantiza iguales derechos y oportunidades a cualquiera, haya nacido donde haya nacido, piense como piense y tenga la identidad que tenga.

El Estatuto de Gernika es el suelo seguro donde nos apoyamos, es la base desde el que seguir caminando hacia el futuro, pero siempre garantizando una mayor libertad y mejores oportunidades para los diferentes.