Aberri Berria. Patria Nueva. Con tan sonoro juego de palabras convocó el PNV su cita anual de reafirmación soberanista. Sin embargo, lo allí escuchado, lejos de ser novedoso, nos retrotrajo a tiempos y proclamas que creíamos ya superadas.

Después de estos primeros meses de Gobierno nacionalista, en los que las urgencias de la crisis han obligado a poner en sordina el discurso soberanista, ayer volvimos a escuchar a Urkullu hablar del derecho a decidir de la ciudadanía vasca, como estadio previo a Nuevo Estatus Político para Euskadi. Un Nuevo Estatus Político que trae la música del patrocinado por Ibarretxe y de cuya naturaleza nada sabemos más allá del nombre.

Ya he hablado muchas veces del juego tramposo en el que quiere enredarnos el nacionalismo, al esconder bajo palabras bonitas la realidad de la intención de la independencia, de la secesión, dinamitando así la convivencia en común de toda la ciudadanía vasca. Nos hablan del derecho a decidir, pero sólo quieren decidir una sola vez y sobre una sola cosa.

Y por eso exijo al lehendakari Urkullu claridad. Que nos diga ya, sin ambages, si pretende plantear esta legislatura un proyecto soberanista y en qué va a consistir éste. Que ponga todas las cartas sobre la mesa, para que podamos todos actuar en consecuencia.

Porque mientras el lehendakari Urkullu enardece a las bases de su partido en Bilbao, su Gobierno continúa paralizado en Vitoria. Sigue sin plantear medidas audaces para hacer frente a la crisis y crear empleo. Sigue sin trabajar porque Euskadi cuente con unos Presupuestos que sostengan nuestros servicios públicos y ayuden a sacar a la economía vasca de la recesión.

El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, apeló ayer a mi condición de lehendakari para exigirme que apoye los Presupuestos del Gobierno. Pero le diré una cosa: precisamente porque tengo en alta consideración mi condición de lehendakari, precisamente porque sigo poniendo los intereses de la ciudadanía vasca por delante de todo, me niego a apoyar en su estado actual un proyecto de Presupuestos que anula por una legislatura la posibilidad de progreso de Euskadi.

Precisamente por responsabilidad con mi sociedad, no puedo respaldar unos Presupuestos de rendición, que renuncian a explorar cualquier vía posible de ingresos. No puedo avalar a un Gobierno que, teniendo que garantizar a la ciudadanía vasca los principales servicios y las políticas fundamentales para su desarrollo, se conforma mansamente con los recursos que le dan y luego dice que no puede hacer otra cosa.

Si arrimar el hombro es dar el visto bueno al plato único del recorte, a la eliminación de toda partida dirigida a la inversión (en infraestructuras, innovación e investigación) y al estímulo de la actividad de nuestra economía y nuestras empresas, lo siento; en esa tarea el Gobierno nacionalista no va a encontrar la colaboración del PSE-EE. Quiero recordar que hasta una entidad tan poco sospechosa de animadversión como Confebask ha reprochado la ausencia de medidas de reactivación en los Presupuestos, por más que desbarrara al contraponer el “exceso” (sic) de gasto social.

El problema de Euskadi no es de patrias y banderas. El problema de la ciudadanía vasca es el parón de la economía, la falta de empleo, las dificultades para conseguir una vivienda, la ausencia de garantías para una vida digna.

Y para esto se necesita unos Presupuestos que contemplen nuevos ingresos y que recorten gastos superfluos, no los necesarios. Es hora, pues, de que el lehendakari Urkullu baje del atril del Aberri Eguna y se ponga a gobernar, sin descargar en los demás responsabilidades que su Gobierno no sabe o no puede encarrilar.