Cada generación hace una promesa a la siguiente: plantea lograr un objetivo por encima de todo y su camino es la lucha que les lleva a intentar alcanzarlo.

La generación anterior a la nuestra nos hizo la promesa de recuperar el sistema democrático, empezar a construir el Estado del Bienestar y, en Euskadi, además, desarrollar el autogobierno. Y lo cumplieron.

Cuando hace doce años, en el Congreso del Kursaal, fui elegido Secretario General sólo dos días antes, ETA había asesinado a Juan Priede en Orio.

Y allí mismo hicimos la promesa de conquistar la libertad y derrotar para siempre al terrorismo. Ésa fue la promesa de los Socialistas de mi generación.

Hemos cumplido nuestra mayor promesa, pero hemos dejado en el camino compañeros y compañeras que pagaron con su vida nuestro triunfo.

Y vencimos el miedo a nuestros miedos frente un nacionalismo que quería la uniformidad radical de la ciudadanía, que negaba la condición de ciudadanos iguales a los ciudadanos y ciudadanas vascos.

Y supimos gobernar sin los nacionalistas.

Mantuvimos todos los servicios públicos, con la misma calidad, en las peores circunstancias. Y fue el Gobierno Socialista de Euskadi el que hizo el mayor esfuerzo en revitalizar la economía de nuestro país. Ha sido el Gobierno Socialista de Euskadi el que ha hecho las mayores inversiones en I+D+i y ha dedicado mayores recursos para ayudar a las empresas vascas.

Pero es evidente que también hay cosas que hemos hecho mal.

La socialdemocracia europea, la española y la vasca tenemos nuestros propios pecados. Hemos cedido más de lo debido a los cantos neoliberales.

Hemos abandonado el control de la economía en manos de unos especuladores sin alma. Y cuando esa economía, como en estos momentos, se hace con el control del poder y nos impone a todos sus dogmas de fe, que atacan la base misma del contrato social en el que creíamos vivir, nos hemos visto incapaces de plantarle cara.

Y cuando nos critican esto las personas de izquierdas, tienen razón.

Por eso aunque la derecha no ha ganado, los Socialistas hemos perdido. Los acontecimientos nos han sobrepasado.

Y en estas elecciones europeas hemos visto el resultado de años evitando tomar decisiones que algunos creían traumáticas, pero que eran imprescindibles. Porque resulta que el trauma era seguir haciendo lo mismo de siempre.

Debimos tomar medidas antes, pero ahora ya no nos queda más remedio.

Ahí afuera tenemos nuevas preguntas para las que no podemos seguir dando respuestas viejas.

La crisis institucional en España

Es evidente que estamos inmersos en una gran crisis institucional en España que tiene dos orígenes diferentes: la deslegitimación del sistema y el órdago de los nacionalismos.

Nosotros hemos planeando la reforma constitucional, fundamentalmente para hacer frente a los problemas territoriales. Yo creo, sin embargo, que la crisis institucional es mucho más profunda, y la reforma constitucional debe adquirir un significado más global. La reforma constitucional deber servir sustancialmente para estructurar y dar forma política a un nuevo pacto ciudadano, a un nuevo consenso sobre la convivencia y el futuro de este país.

Y debe ser en este sentido constituyente de un nuevo modelo que legitime de nuevo el sistema y que busque adhesiones que ahora ha perdido.

Y estoy convencido de que no habrá legitimación, si no definimos un sistema en el que haya un reparto igual para todos, tanto de cargas como de beneficios.

No hay sistema democrático que se sostenga si en él se consolida una desigualdad tan brutal como la que se está instalando en estos tiempos de crisis.

Y no debiéramos tener miedo a esto. Al revés, si no lo hacemos nosotros, puede que se haga de mala manera, de la mano de un enorme descontento que puede llegar a estallar.

Por lo tanto, un nuevo pacto ciudadano que defina un nuevo modelo, legitimado y con proyección de futuro.

La crisis económica

Es una realidad a la que le tenemos que hacer frente con realismo, pero también con audacia y desde posiciones de izquierda que no pueden estar acomodadas en los designios de un mercado que funciona sin más límites ni controles que los que él nos quiere imponer a los demás.

Los gobiernos deben tomar el control de la economía y no dejarla en manos de los capitales especulativos, deben hacerlo sin miedos y sobre todo, deben entender la economía como un bien público que debemos poner al servicio de la sociedad.

La crisis global de la izquierda

Sigue habiendo en España más gente de izquierdas que de derechas, pero los ideales de izquierda se han quedado sin voz, y por eso una parte se ha convertido en grito.

Debemos recuperar nuestro espacio. El espacio de una izquierda transformadora. Y para eso es imprescindible recuperar el pulso de la calle. Acercarnos, abrirnos, conectar con los que hoy sufren porque son los que dan sentido a nuestro proyecto. Y buscar la corresponsabilidad de esas clases medias que ven con preocupación el deterioro de sus vidas, porque darán legitimidad a nuestra alternativa.

Redefinir el Estado de Bienestar para el nuevo siglo

Si nuestro gran patrimonio es el Estado del Bienestar, debemos reconocer que la izquierda no ha sido capaz de adecuarlo a los nuevos tiempos. Debemos de interiorizar que si no hacemos nada, al final puede que sea verdad que sea insostenible y entonces, quienes quieren dinamitarlo, porque no lo necesitan, porque tienen recursos y fortuna suficiente como para proveerse de todos sus servicios y prestaciones, nos habrán ganado.

Es necesario hacer reformas profundas para garantizar su futuro, adaptarlo a las nuevas demandas a las nuevas realidades. Y sostenerlo también hablando de los ingresos necesarios para hacerlo, es decir, proponiendo una nueva fiscalidad, mucho más acorde con la de esos países a los que siempre nos hemos querido parecer por la calidad de sus prestaciones.

Y es que, esencialmente, no tenemos un problema de gasto, sino de ingresos.

La defensa de la pluralidad y de la libertad de identidad

Y en Euskadi tenemos también el problema de aquellas propuestas nacionalistas que pueden llegar a ser realmente un problema para la convivencia entre iguales.

Es un problema al que le tenemos que mirar de frente sin complejos y ofrecer una alternativa de convivencia democrática en Euskadi.

Se dice que hay un problema de Cataluña y de Euskadi con España. Pero no es verdad. Seguramente es bueno empezar a llamar a cada cosa por su nombre. Lo que hay es un problema de los nacionalistas catalanes y vascos con las instituciones democráticas comunes y con la ciudadanía propia que no es nacionalista.

Y los nacionalistas nos están ganando en el debate público.

Y tenemos que reaccionar en el debate público sin complejos y también en el ámbito de las propuestas políticas institucionales.

La nuestra debe ser una propuesta para unir. Para definir la convivencia de los distintos. Para construir un país entre todos y no unos contra otros.

Y un nuevo Partido para un nuevo tiempo

Necesitamos un nuevo Partido para un nuevo tiempo. Es verdad que esto lo hemos dicho otras veces. Pero resulta ya inaplazable.

Algo estamos haciendo mal, cuando miles de ciudadanos y ciudadanas salen a la calle indignados por las injusticias del actual modelo; salen a defender, en el fondo, todo aquello que construimos los Socialistas y no está el Partido Socialista detrás de esa convocatoria.

Algo estamos haciendo mal, cuando la izquierda gana unas elecciones, en las que el Partido Socialista es el gran derrotado.

Y el problema no es que haya otros que cojan nuestras banderas. El problema es que haya tanta gente que piense que las ondea contra nosotros.

Pero las nuevas respuestas, para tener credibilidad tienen que tener también nuevas personas.

Nuevo equipos que reorganicen el partido, que elaboren una alternativa ciudadana y busquen esas nuevas personas para que lo defiendan en la sociedad vasca.

Ése es nuestro gran reto.

“Altxa ezak burua”, decía un viejo verso. Levanta la cabeza con orgullo Partido Socialista de Euskadi porque aún nos quedan muchas batallas por ganar.