Hoy celebramos el día de la Constitución. Algunos celebran sólo el aniversario del referéndum que la aprobó en 1978. Pero para mí es mucho más. Yo quiero celebrar el pacto constitucional como elemento de convivencia entre personas libres. El pacto constitucional como el espacio que garantiza la libertad común.

La libertad no crece en los árboles. La libertad y la igualdad de derechos requieren de unas instituciones políticas, de unas normas para poder existir, para poder ser realidades concretas y no meras aspiraciones de la ciudadanía.

La libertad común, los iguales derechos para todos, sólo surgen cuando ponemos limites a los poderes, cuando las instituciones y las normas no permiten que los fuertes puedan hacer lo que quieran. Sólo cuando las cadenas de la ley amordazan por igual a todos los poderes (a los políticos, a los económicos) podemos decir que el poder está repartido entre la gente.

Una voluntad un voto. Un voto una propuesta. Ésa es la igualdad política y para lograr que eso sea verdad, que cada uno valga por uno y que nadie valga más que uno, es necesario controlar los poderes, amordazarlos con la ley.

El pacto constitucional es la plaza pública que construimos entre todos para que ningún poder, de ningún tipo, pueda hacerse dueño del espacio común.

Los procedimientos y las normas no son un capricho de viejos burócratas. Al contrario, son los guardianes de la igualdad política.

Pero el pacto constitucional recoge también principios que guían, que deben guiar, la convivencia entre la ciudadanía.

Quien piense que la democracia es el sistema en el que la mayoría decide todo se equivoca profundamente. Los principios constitucionales de la democracia defienden sobre todo la diferencia, la libertad personal de cada uno, la discrepancia y las minorías. No hay mayoría suficiente que pueda decidir mi forma de vida.

Hay cuestiones que no son votables por los Parlamentos. Nadie me puede imponer la religión, ni la orientación sexual, de igual modo que no puede haber mayoría suficiente que pueda decidir la identidad de uno. Mi identidad la decido yo. Y corresponde a los poderes públicos garantizarme ese derecho y no decidir por mayoría cuál deber ser.

La mayoría sin límites se convierte en otro poder que se impone a la minoría. Una sociedad es más democrática cuanto más respeta las minorías, cuando las normas permiten que las minorías tengan los mismos derechos que la mayoría. Y eso es lo que garantiza la Constitución.

Yo quiero celebrar hoy el pacto ciudadano de todos los españoles por la convivencia en libertad y por el progreso. Porque para mi, España no es un territorio, no es una bandera. España es para los socialistas un proyecto de libertad y progreso. Es el espacio común que ha puesto fin a siglos de libertad amordazada y desigualdades escandalosas. Y España es para los socialistas una apuesta de solidaridad. Y por eso es un proyecto permanentemente inacabado: porque nos guía la apuesta por la libertad y por la igualdad entre personas y territorios.

La España que defendemos los socialistas no españoliza las identidades de nadie, garantiza la libre identidad de cada uno.

España es un espacio cubierto con mil cicatrices, de norte a sur y de este a oeste. Millones de personas han recorrido sus caminos buscando una vida mejor, queriendo construir una vida digna, junto a otras personas.

España son millones de vidas que han apostado por la solidaridad, por la libertad y por el progreso colectivo. ¿Cómo podemos partir en dos la vida de una persona colocando fronteras encima de un mapa?

Por eso, los que hoy festejan sólo la constitución del 1978 como un texto sagrado, los que quieren que España sea un puzzle de territorios encadenados al centro se equivocan. Yo no celebro eso.

Yo celebro el pacto ciudadano por la igualdad y la libertad. Yo celebro la apuesta conjunta para seguir defendiendo España como espacio común donde defender las vidas dignas de todos, las libertades de todos, las identidades de cada uno.

Yo no quiero una España de vencedores, sino una España de iguales, de personas con iguales derechos, iguales oportunidades.

Yo no quiero una España de mayorías que se imponen a las minorías. Yo quiero una España que garantiza a los discrepantes la misma dignidad política y social que a las mayorías.

Yo hoy celebro ese pacto constitucional y, a la vez, propongo un nuevo pacto. Propongo renovar el contrato ciudadano, para adaptarlo a las necesidades de este nuevo siglo y hacer posible el progreso colectivo.

Propongo una pacto ciudadano que recupere el control de los poderes económicos que hoy cabalgan fuera de las instituciones para que la política institucional vuelva a ser el espacio de las decisiones colectivas (incluido las económicas) que afectan a la vida de todos.

Yo propongo un nuevo pacto ciudadano que le de carta de naturaleza a la igualdad de oportunidades. Que eleve a rango constitucional los servicios públicos universales y que garantice la educación, la salud y una vejez digna a toda la población.

Un nuevo acuerdo que garantice las libertades políticas y la libertad de identidad.

Un acuerdo que constitucionalice la solidaridad para que la igualdad de oportunidades sea una verdad universal para todos.

Eso es para mí el Día de la Constitución.