Parece que últimamente arrecia el viento nacionalista y el debate sobre el modelo de Estado. Los Socialistas no tenemos que tenerle ningún miedo.

Soy de los que piensan que los movimientos nacionalistas del mundo desarrollado ya están agotando su recorrido. Cada vez tienen menos sentido y menos cabida.

Y es hora de discutir de frente y plantear bien los términos del debate, no jugar siempre en el terreno que ellos pretenden. Porque en este asunto no se trata, ni sólo, ni fundamentalmente, de cuántas competencias queremos en ese modelo de Estado, sino de para qué queremos el Estado.

El nacionalismo tiene una concepción del Estado en términos de poder. Para un nacionalista el Estado es, ante todo, el monopolio de poder. Y por ello toda su estrategia y su ideología se expresa en esos términos: frente al Estado unitario, para quitarle poder; y frente a su propia sociedad, quiere poder político como elemento modificador de comportamientos sociales (la construcción nacional, la identidad única y uniforme).

Ellos están hablando de cómo acaparar el poder. Y nosotros tenemos que hablar de cómo garantizar la libertad de la ciudadanía.

Ellos hablan de utilizar el poder para modificar comportamientos sociales, para fomentar una única identidad. Nosotros de fomentar la tolerancia hacia el otro y de garantizar la libre identidad de cada ciudadano y ciudadana.

Ellos hablan de dar todo el poder a los territorios (y como los territorios no pueden hablar, los nacionalistas se autodenominan sus representantes exclusivos). Y nosotros hablamos de recuperar el poder para la ciudadanía.

¿Quieren hablar del marco político y del modelo de Estado? Pues hablemos del modelo de Estado, pero nosotros defenderemos nuestro modelo de Estado, que, para mí, se sustenta en dos parámetros clásicos: la libertad y la seguridad, pero adecuados a las circunstancias y a los nuevos tiempos.

Si cogiéramos todos los debates sectoriales, todas las propuestas, de todo tipo, de los nacionalistas y buscáramos las respuestas, no con la pregunta ¿quién tiene el poder?, sino con la pregunta ¿quién defiende la libertad del ciudadano?, estaríamos planteando unas soluciones radicalmente diferentes, y veríamos que muchas de las cuestiones en la que llevamos años encerrados, no tienen ningún sentido desde la izquierda, porque, para nosotros, lo importante es quién defiende la LIBERTAD de los ciudadanos y ciudadanas.

Confrontar la construcción nacional (como principio uniformador) a la garantía de la libertad de identidad. Porque para los Socialistas el Estado no es una entidad que impone modelos de vida, sino que defiende las diferentes formas de modelo de vida de los ciudadanos. Porque la identidad es algo que no se puede votar en el Parlamento, como no se puede votar la religión de la ciudadanía.

Sólo desde la defensa de la libertad de identidad, cobra realmente sentido pleno el autogobierno, como espacio de convivencia democrática entre diferentes con iguales derechos.

Y cuando hablo de que el modelo de Estado debe garantizar la SEGURIDAD, no me estoy refiriendo a una seguridad basada en el monopolio del uso de la fuerza. Una seguridad física. Estoy hablando de la seguridad vital del ciudadano o la ciudadana.

Las nuevas sociedades tienen un gran componente de inseguridad vital (ya no hay trabajo estable para toda la vida; la movilidad territorial forma parte de nuestras vivencias; por lo tanto, la residencia, el colegio,… todo cambia de forma rápida). Ya no hay casi nada estable que dé seguridad al proyecto de vida de una persona.

Por eso una de las funciones más importantes del Estado moderno es saber gestionar la inseguridad de las personas de forma colectiva.

En el pasado la fuerza era la respuesta ante la inseguridad pública. Para nosotros no es la fuerza, sino la solidaridad la que tiene que dar respuesta a las inseguridades vitales de las personas.

Y el modelo que, para los Socialistas, mejor garantiza estos valores es el federal. El modelo federal es un proyecto para la unidad; para la corresponsabilidad (todos nos implicamos en las políticas, en las propuestas y en las medidas que afectan a todos); y para la multilateralidad (para las relaciones que buscan sumar y no dividir; que buscan tender la mano y no darse la espalda, en las respuestas que la ciudadanía espera de sus representantes).

Ese es nuestro modelo de Estado. Y nuestro modelo para Euskadi es aquel que construye un país más moderno; más cohesionado y vertebrado; más eficaz y eficiente; que evita las duplicidades y los derroches que existen, simplemente, por mantener ciertos compartimentos estancos territoriales. Y que, por lo tanto, modifica la Ley de Territorios Históricos para conseguirlo.

De eso también queremos hablar. Eso también forma parte de nuestra propuesta de modelo de país. Sé que no les gusta hablar de esto a algunos nacionalistas. Pero eso va a estar en el debate político en Euskadi, de la mano de los Socialistas, y no muy tarde.