La Escuela de la Memoria me invitó ayer a dar una conferencia sobre 135 años del PSOE y recordé esta canción de Jaques Brel dedicada a Jean Jaurès (el político socialista francés asesinado tres días después de comenzar la Primera Guerra Mundial) y que siempre me evoca al surgimiento de los primeros movimientos socialistas.

Hablé de los orígenes de nuestro partido. De Pablo Iglesias, de Facundo Perezagua, de Fernando de los Ríos… Os dejo aquí mi intervención completa por si os interesa. Pero, sobre todo, quise hablar de futuro.

El socialismo se encuentra hoy en una situación de desconcierto, no sólo por la pérdida de apoyo electoral en toda Europa (especialmente debilitado durante esta crisis), sino porque se ha quedado sin un horizonte claro.

Y es que nos han pasado muchas cosas y de repente.

En el año 89 cayó el muro de Berlín. Algo tanto tiempo esperado pero que al caer arrastró consigo muchas cosas. El comunismo dejó de ser el anti-referente que le daba al socialismo una situación central y coherente frente al capitalismo más voraz.

Y a la vez, las fuerzas más neoliberales abandonaron todos los miedos y se lanzaron a la conquista del mundo sin ningún complejo, atacando, principalmente, dos elementos sustanciales del Estado del Bienestar: la fiscalidad progresiva y el control de la economía.

Hoy tenemos que reinventar muchas cosas.

  • Debemos redefinir la solidaridad ciudadana: una categoría que supera la solidaridad de los viejos colectivos obreros. Una solidaridad de personas desperdigadas en clases, colectivos y grupos diferentes.
  • Debemos reinventar una nueva fiscalidad que sea, de nuevo realmente progresiva, adaptada a los nuevos circuitos de las rentas.
  •  Y, sobre todo, debemos recuperar el control de la economía por la política.

El socialismo del siglo XXI debe recuperar los valores del viejo socialismo, pero en un entorno totalmente nuevo.

Estamos en una encrucijada, en el momento de decidir si, con audacia, ponemos fin a las revoluciones neoliberales de fin de siglo y reivindicamos un socialismo sin complejos y valiente o si permanecemos quietos y dejamos que una economía sin alma, pero con ideología neoliberal, destruya nuestro modelo social.

Las terceras vías, los discursos vacíos y bienpensantes, ya no sirven. Y tampoco sirven las propuestas que, utilizando el gran malestar de la ciudadanía, prometen el cielo sin tener los pies en la tierra.

Pero para cambiar todo eso. Primero tenemos que recuperar en el espacio público el discurso de los principios socialistas. Y de su mano, proponer medidas reales pero audaces para avalar y hacer avanzar estos principios.

Tenemos que poner fin al tan repetido “no hay alternativa” por que sí hay otra alternativa para salir de la crisis y reconducir esta situación de incremento de desigualdad y de marginación social.

Es la alternativa de los socialistas. Un nuevo pacto, un nuevo contrato ciudadano para reconstruir, sostener y avanzar en un modelo social que sea garantía de una sociedad decente, que no deja abandonado a nadie y que progresa colectivamente. No como ahora, donde el progreso de unos pocos se hace caminando sobre la miseria de la mayoría.

Hace cien años comenzó la Gran Guerra. Hace cien años, en el Café du Croissant de París, un nacionalista exaltado asesinó a Jaurès. Y lo asesinó porque se oponía a la guerra, porque defendía que la clase obrera no podía participar en una guerra nacionalista de los capitalistas.

Y esto nos debe hacer recordar que una de las características del primer socialismo fue el internacionalismo. Los socialistas siempre creyeron que su lucha no tenía límites nacionales, que la lucha de los obreros alemanes o españoles era la misma.

Pero llegó el año 14, llegó la Primera Guerra Mundial y dinamitó el internacionalismo socialista. Jaurès fue uno de los pocos que se opuso con todas sus fuerzas a este vuelco radical de la posición socialista. A Jaurès le mataron, y los socialistas de diferentes países fueron a la guerra a matarse entre ellos.

Es una de las grandes heridas del socialismo, la perdida de su carácter internacional. De defender los mismos principios en todos los países. De anteponer los intereses de los oprimidos a los intereses nacionales.

Y desde entonces el socialismo europeo no ha recuperado este principio internacionalista. Existe la Internacional Socialista, pero su papel (y me duele decirlo) es ridículo; existe el Partido Socialista Europeo, pero sus miembros actúan más como defensores de los intereses nacionales que como socialistas.

En un mundo en el que la economía y el neoliberalismo no conocen fronteras, es urgente, al menos dentro de la Unión, crear un fuerte Partido Socialista Europeo donde actuemos como socialdemócratas unidos, con los mismos objetivos. Y no pelearnos por si hay más Comisarios alemanes o españoles. Eso no es lo importante, sino las políticas que se aplican y, desde luego, en estos momentos no son las mejores.

La figura del socialista Jaurès nos debiera recordar todos los días que los socialistas somos ante todo, eso, socialistas. Y que no debemos caer en la trampa de enfrentarnos entre nosotros por intereses nacionales que siempre son utilizados por la derecha en su propio beneficio.