Empecemos por la claridad

La Declaración de Soberanía para Cataluña acordada por CiU y ERC ha supuesto un punto de inflexión en la cuestión territorial de permanente actualidad en España desde hace décadas. De poco valen ya los debates sobre el derecho a decidir, las consultas y demás propuestas soberanistas.

Los nacionalistas catalanes se han cargado de raíz el derecho a decidir, al decidir ellos (impidiendo a la ciudadanía dar su opinión) avanzar unilateralmente en el camino de la independencia, en los términos en los que ellos quieren y por los cauces que ellos establecen.

¿Para qué hacer un referéndum si Mas y Junqueras ya han decidido la independencia por todos los catalanes?

De forma tramposa quieren llevar a los catalanes a un único destino, la secesión, pero sin decírselo a las claras ni explicarles las consecuencias que tendría ese salto en el vacío.

Me parece un tema de profunda gravedad. Podemos hablar de muchas cosas y todos tenemos derecho a opinar. Pero ese camino debe recorrerse desde el consenso y el respeto a las normas que nos hemos dotado todos. No con proyectos unilaterales de dudosa viabilidad y que (de forma tramposa y ocultando los verdaderos objetivos) rompen la cohesión social y dividen a la ciudadanía.

No estoy de acuerdo con el proyecto planteado por CiU y ERC. Pero creo que debemos confrontarlo con propuestas y desde la democracia.

Al independentismo se le combate con ideas, no con desatinos como la Ley Wert, ni recentralizando el Estado de las Autonomías, por la vía del Decreto Ley.

Pero para poder abordar el debate con rigor, hace falta claridad por parte de todos los agentes.

Claridad, por tanto, a quienes abren el debate territorial, disfrazándolo con atractivos eufemismos. Claridad, también, a quienes reclaman una nueva política penitenciaria, sin asumir antes su responsabilidad en ese cambio.

La manifestación de ayer en Bilbao estuvo plagada de emplazamientos a Gobiernos y partidos. Pero no se escucharon, en cambio, autocríticas ni compromisos por parte de los convocantes.

“Caiga lo que caiga siempre con los presos y sus familiares”, declaró uno de los más destacados dirigentes de Batasuna. “Siempre con los presos”. Clarificador mensaje, del que cabría esperar, sin embargo, una actitud consecuente.

Porque el asunto de los presos de ETA es, fundamentalmente, un problema del mundo de Batasuna. Porque, efectivamente, son “sus presos” y, por tanto, los dirigentes de ese mundo no pueden traspasarnos a los demás una responsabilidad que está en su lado.

Si hoy hay más de 600 presos de ETA es porque el mundo de la antigua Batasuna animó a muchos jóvenes a que se convirtieran en terroristas. Es Batasuna quien tiene que asumir ahora su responsabilidad, haciéndose cargo de la liquidación de ETA y de la gestión de sus presos. Y sabe perfectamente cuál es el camino, porque es el que ha tenido que recorrer ella misma para volver a la legalidad: renunciar a la violencia y aceptar los principios de la democracia.

Una manifestación, más o menos multitudinaria, no borra los delitos ni elimina las responsabilidades de los presos de ETA. Y no va a ser en la calle donde se resuelva esta cuestión que deja detrás el fin del terrorismo.

Son muchos los problemas que tenemos hoy encima de la mesa. Y estoy convencido de que los podremos resolver, desde el rigor, la firmeza y la voluntad de acuerdo. Pero de poco ayudan las medias verdades y los planes ocultos. Necesitamos claridad y en ese camino estamos algunos.