Curso para Asesores Parlamentarios

Esta semana tuve el honor de inaugurar el Curso para Asesores Parlamentarios en la Cámara Baja. En mi intervención hice algunas reflexiones sobre el parlamentarismo. Comparto con vosotros y vosotras mi discurso:

Buenos días a todas y a todos:

Bueno, antes que nada quisiera darles una calurosa bienvenida, en nombre del Congreso de los Diputados de España. Es para nosotros un placer y, a la vez, una responsabilidad, organizar este Curso para Asesores Parlamentarios y acogerles a todos ustedes en una actividad que constituye una de las piezas clave de nuestra cooperación.

Ésta va a ser la decimocuarta edición de este Curso, y en esta ocasión vamos a contar con la presencia de una treintena de asesores procedentes de casi veinte países con los que España mantiene una estrecha relación de amistad. Y esto es algo que viene a demostrar que existe, a ambos lados del Atlántico, un gran interés en profundizar en los conocimientos sobre el funcionamiento de las Asambleas Legislativas y de los sistemas políticos en los que se integran.

A lo largo de estos días, funcionarios y representantes del Congreso y del Senado de España, les hablarán de los diferentes aspectos de la vida parlamentaria, tanto para trasladarles la experiencia española, como para recoger las experiencias de sus diferentes países.

Así que (bien cubierto este aspecto fundamental del curso) lo que me gustaría hacer a mí, en esta apertura, es una especie de “reivindicación política” con el ánimo de generar debate y de buscar fórmulas que nos puedan permitir seguir avanzando, profundizando y mejorando (en la medida de lo posible) el parlamentarismo y su significado profundo.

Lo digo porque vivimos tiempos en los que, en demasiadas ocasiones, se hace una lectura superflua y restrictiva del parlamentarismo, reduciéndolo prácticamente a las votaciones de los Plenos. Es cierto que es lo que tiene mayor visibilidad social y mediática, pero ustedes saben que el parlamentarismo es mucho más que eso.

Por eso, reducirlo al mero mecanismo decisional, por mayorías, es desconocer o minusvalorar la esencia misma del sistema democrático.

Y haré una primera afirmación, (porque hay mucha gente que no lo entiende así y que piensa que las reglas y las normas son cosas que los políticos elaboramos para entorpecer y enturbiarlo todo), así que, lejos de ello, diré que, para mí, los procedimientos, las normas, las reglas, el “cómo”, es la garantía fundamental de la propia democracia, porque todo ello es, a la vez, garantía de libertad e igualdad para la ciudadanía (y en esto ustedes juegan un papel preponderante), en preservar y garantizar ese “cómo”.

Y por eso, (sin querer extenderme demasiado, no teman), me voy a referir a dos grandes ámbitos parlamentarios que son regulados por los procedimientos: la elección de los representantes y su relación con los electores; y el procedimiento de deliberación de los representantes. Y lo haré con el ánimo provocador de generar (como decía antes) ideas y propuestas para su mejora.

En cuanto a la elección de representantes y su relación con los electores, estamos todos de acuerdo en que el mecanismo común para elegir a nuestros representantes es el voto secreto y universal de toda la ciudadanía. (200 años nos ha costado que ese voto fuera, de verdad, universal y se incorporaran a él las minorías raciales o las religiosas, y especialmente las mujeres.)

Pero para que esa fórmula sea verdaderamente democrática se requiere, además, por un lado, que haya pluralidad de partidos confrontados y que lo hagan en igualdad de condiciones.

Y por otro, que los representantes sean elegidos por un tiempo tasado de antemano, y que pasado ese plazo establecido decaigan y se deban presentar de nuevo ante la ciudadanía para revalidar su confianza.

Y no es una cuestión menor: porque al acordar que el representante lo es por un tiempo definido, estamos afirmando de forma simultánea dos cosas diferentes: la autonomía del representante respecto sus electores y la imposibilidad de revocar su representación. Expuesto así, de forma cruda, es un tema controvertido (lo sé) pero es algo muy muy 0debatido desde hace 200 años, especialmente durante la revolución francesa, y que ahora algunos sectores lo están planteando de nuevo…

Una vez elegido, el representante no puede ser revocado por sus electores, sólo está sujeto a su propio criterio y mantiene autonomía total en la toma de decisiones. Burke, en su carta a los electores de Bristol, creo que lo expresa de forma clara y simple: “el representante se somete a la voluntad ciudadana en la elecciones pero una vez elegido tiene autonomía, porque debe tomar decisiones sobres cuestiones que afectan a ámbitos diferentes de los ciudadanos que le han elegido”. Como digo, es algo que puede sonar no muy bien, pero no hay otra forma que nos de la capacidad y la agilidad necesaria en la toma de decisiones.

Pero claro, esta autonomía del representante exige, de forma simultánea, la dación de cuentas del representante ante sus electores. El representante tiene autonomía para tomar decisiones pero debe dar cuenta de ellas a sus electores. Y este es, seguramente, el aspecto menos desarrollado, (al menos a nivel normativo), en los sistemas actuales, (especialmente, en los países en los que los representantes no son elegidos por distritos unipersonales).

Y este aspecto de control (que se tiene que sumar al de transparencia y participación ciudadana) es uno sobre los que debiéramos ir planteando propuestas que nos permitieran ir avanzando para mejorar la calidad de nuestros sistemas democráticos y parlamentarios.

El otro es el procedimiento de deliberación de los representantes. Decía al inicio que, de forma restrictiva, algunos grupos reducen el procedimiento de la toma de decisiones a la votación final en el que el resultado se dirime por mayoría de votos. (Y ustedes saben que eso es sólo el punto final de un largo proceso, y que ese proceso, con un procedimiento tasado, es el garante de la democracia del resultado).

El parlamentarismo democrático impone un largo proceso deliberativo a los representantes de los ciudadanos antes de la votación final, para que las decisiones no sean de suma cero, en las que, lo que unos ganan, lo pierden otros.

Y este carácter deliberativo del procedimiento es fundamental para entender la democracia y el parlamentarismo como sistema de permanente negociación y de pacto entre diferentes, y no como una guerra en la que la votación final decide quienes son los vencidos y quienes los vencedores.

Tres aspectos construyen de manera formal este mandato deliberativo en la toma de decisiones: la publicidad. Los plazos. Y el debate.

El que las propuestas sean públicas y publicadas; que se tengan que cumplir unos plazos mínimos para su tramitación; y la obligación del debate previo, son la garantía de la deliberación y son el espacio donde se producen los acuerdos y transacciones que permiten que el acuerdo final no sea de suma cero.

Y así surge el sistema complejo y laborioso de las comisiones, las subcomisiones, las ponencias y todo el procedimiento de enmiendas que es, seguramente, la esencia misma del parlamentarismo democrático.

El parlamentarismo democrático transforma la lucha política (entendida, casi como guerra civil, en términos de quién vence y quiénes son los vencidos) en un sistema permanente de debate sin fin, en el que las diferentes propuestas nunca son derrotadas del todo y nunca ganan del todo.

Y seguramente hace falta hacer mucha pedagogía pública sobre estas cuestiones, para que no sean vistas como cosas de políticos y funcionarios oscuros que se ocultan detrás de toda una serie de procedimientos burocráticos… todo este procedimiento, repito, es básico en un sistema de parlamentarismo democrático.

Pero creo que podemos mejorar y tenemos la obligación de hacerlo (de hecho espero, por ejemplo que esta Cámara inicie en breve la reforma de su propio Reglamento para hacerlo) y creo que, a la hora de analizar y revisar los procedimientos y las técnicas concretas del parlamentarismo (que en estas jornadas os expondrán de forma mucho más detallada) nunca debiéramos olvidar cuáles son los objetivos últimos de esos procedimientos que, para mí, tienen que ver con lo que os acabo de contar…

Un proceso de debate, de contraste de ideas, de voluntad permanente de entendimiento… y, por lo tanto, de claridad y suma democrática.

Bien, estas son las dos cuestiones que quería plantearles hoy por si tienen a bien reflexionar sobre ellas.

Y finalmente, quiero aprovechar la oportunidad para dar las gracias a la Defensora del Pueblo y a las Cortes de Aragón, instituciones que les acogerán durante las próximas semanas y que sin duda contribuirán a transmitirles una imagen completa del funcionamiento del sistema político español.

Y además no quiero perder la ocasión de agradecer también a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y a la Fundación Manuel Giménez Abad de Estudios Parlamentarios y del Estado Autonómico su colaboración en el desarrollo del programa de este Curso, ya que sin ellas habría sido imposible organizar esta actividad.

Y por último, les deseo que su trabajo durante estas dos semanas sea fructífero y que disfruten de su estancia en nuestro país y en esta Casa, que, en los próximos días, será la de todos ustedes. Y no quiero despedirme sin expresarles mi agradecimiento por su participación en este Curso y les ruego que hagan extensivo este agradecimiento a los Presidentes de las Cámaras en las que prestan sus servicios.

Queda inaugurada así la decimocuarta edición del Aula Parlamentaria.
Muchas Gracias