Esta tarde he recibido de manos de un grupo de ciudadanos el Manifiesto Publikoa. Diferentes voces, diferentes orígenes, unidos por lo que realmente nos une, lo que nos define como comunidad: lo público, lo de todos.

En las elecciones del próximo 21 de octubre la ciudadanía vasca va a decidir el modelo de sociedad para la siguiente generación. Va a decidir si lo público como red colectiva se mantiene o renunciamos a este modelo, dejando a cada uno abandonado a su suerte.

Pero no es éste un problema exclusivo de Euskadi. Hoy en toda Europa lo que está en juego es el propio concepto de lo público.

Tony Judt, tras vivir y pensar intensamente el siglo XX, lo señaló en uno de sus últimos escritos: la elección a la que nos enfrentamos en la siguiente generación no es entre el capitalismo y el comunismo. No es entre el final de la historia y el retorno de la historia. La elección a la que nos enfrentamos es entre la política de la cohesión social basada en unos propósitos colectivos y la erosión de la sociedad mediante la política del miedo.

Es la sociedad como proyecto colectivo lo que se está poniendo cuestión.

No es una forma alarmista de hablar. La derecha neoliberal quiere convertir la crisis en tratamiento de choque para romper el modelo socialdemócrata que tanto nos ha costado construir. Y la primera víctima es lo público.

De ahí el valor de esta iniciativa, a la que os invito a sumaros desde aquí.

Lo que nos une a los firmantes de este manifiesto es la defensa de lo público como metáfora de la cohesión social, de justicia e igualdad de oportunidades para todos.

Desde hace mucho tiempo, algunos pretenden enfrentar lo público a lo privado. Nos han repetido mil veces, desde la derecha, que lo público mutila la iniciativa y la libertad de las personas. Que ataca el espacio de lo privado.

Eso es una gran mentira. Lo público es la garantía de la libertad privada. Es lo que hace que la libertad deje ser un sueño para ser una oportunidad de vida. Lo público es lo que realmente nos hace ser sociedad decente.

Hemos tenido años en los que a la izquierda casi nos ha dado vergüenza defender estas ideas. Yo quiero alzar la voz con orgullo y decir que defiendo lo público. Es verdad que tenemos que adecuarnos a los nuevos tiempos, a las nuevas necesidades, que hay que hacer reformas, pero lo público sigue siendo la única garantía de la dignidad de los humildes.

La nueva modernidad, con la ampliación de espacios de libertad personal, con un incremento de autonomía de cada individuo que permite crear el propio yo con total libertad, requiere, sin embargo, más que nunca, de una red de lo publico que dé amparo al individuo solitario.

Hoy la defensa de lo público no es una idea trasnochada y demodé. Todo lo contrario, lo público es requisito de libertad.