Al final de la dictadura pensábamos que, después de 40 años, todos los españoles y los vascos éramos ya libres. Que todas y cada una de las personas nos íbamos a convertir en ciudadanos con iguales derechos, con la misma libertad. Pero ETA dijo ‘no’ y tuvimos que soportar una nueva dictadura del terror. Porque hay que decirlo con claridad: ETA no fue una organización antifranquista, el 95% de sus asesinados fueron durante la democracia.

ETA atacó el Estado de Derecho, la legalidad constitucional y, sobre todo, atacó incansable el autogobierno vasco. ETA fue fundamentalmente una apuesta política totalitaria, antidemocrática. El intentar ocultarlo con falsos mitos históricos no puede ocultar su esencia: la creación de un Estado vasco fundado sobre la identidad que anulaba la ciudadanía, el valor de ser ciudadano como garantía de libertad personal. En el pueblo vasco de ETA sobrábamos la mitad de la sociedad vasca. La socialización del sufrimiento era eso, aterrorizar a todas las personas vascas que se negaban a abandonar su libertad personal en el altar de la patria.

Pero hoy sabemos que no puede existir una Euskadi libre sin que sus ciudadanos sean libres y en la que cada uno tenga la capacidad de autodeterminar su propia identidad. Frente al pueblo vasco independiente, los socialistas siempre hemos defendido una Euskadi de ciudadanos libres. Porque la lucha contra el terrorismo de ETA trataba de eso, de defender la legalidad constitucional, de defender la democracia y las libertades personales frente a la apuesta totalitaria de ETA.

Hoy que se cumple el décimo aniversario del fin del terrorismo, celebramos el triunfo de la libertad sobre el terror, celebramos la derrota de ETA frente a la democracia española.

Hoy ETA no está, ha sido vencida, derrotada, pero no debemos olvidar que las ideas políticas que defendió, que le dieron razón de ser, siguen habitando en resquicios de la sociedad vasca y en el espacio público de Euskadi. Y frente al asombro de preguntarnos «¿cómo nos pudo pasar eso?», debemos afirmar con firmeza que nunca más nos vuelva suceder.

La democracia y la libertad son dos cosas valiosas y frágiles que debemos defender todos los días. Por ello, a la vez que celebramos la derrota del terrorismo, es necesario criticar, negar legitimidad democrática a las ideas que lo hicieron surgir y durar tanto.

Y este momento de celebración debe serlo también de recuerdo. El terrorismo de ETA ha tenido fases diferentes esos largos años. En los 70 y 80 su objetivo fue atacar al Estado. Y me acuerdo aquí de los guardias civiles y policías anónimos que aquellos años caían uno tras uno. Miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado a los que nadie, ni el Estado mismo, arropó.

En los 70, ETA intentó también que desapareciera el partido gubernamental de aquel entonces y me acuerdo aquí de los grandes olvidados en esta batalla: los políticos asesinados de UCD. Fue la primera vez que ETA atacaba sin misericordia a los miembros de un partido político.

El año 1984, con el asesinato de Enrique Casas, comenzó la misma caza criminal con los políticos socialistas, que se extendió también al PP. Y luego vino la ‘socialización del sufrimiento’ y con ella el terror se hizo más personal. Cualquiera que no comulgaba con ellos podía ser asesinado, los mismos vecinos eran los que pasaban la información. Miles de vascos con ojeras de no dormir y muchos miles más que se fueron del país. Y ETA siguió matando. «Esta vez sí, esta vez vamos a aterrorizar a todos», debieron de pensar.

Hoy es un día para homenajear con especial respeto a las víctimas de ETA. Esas víctimas abandonadas por todos en los 70 y 80. Personas que vivían con una habitación vacía porque habían matado a un ser querido. Durante mucho tiempo fueron una sombra, una sombra que sufría en soledad. Las instituciones tardaron demasiado tiempo en reconocer su dolor y darles el valor político que se merecen por su testimonio inquebrantable.

Y finalmente quiero recordar a los resistentes, a las personas que, siendo minoritarias, se negaron a la servidumbre de ETA: los empresarios que no aceptaron la extorsión, a los intelectuales que mantuvieron la lucha por la libertad, a los humildes concejales que se negaron a entregar a ETA la representación que la ciudadanía les había dado.

Hoy es día de celebración, pero también de duelo y, sobre todo, debiera servir para impedir el olvido, para grabar en el futuro el recuerdo de nuestro pasado. El décimo aniversario de la libertad debiera servir para fomentar un debate público de las razones que nos llevaron a esta época tenebrosa del terror. Y me gustaría, especialmente, que sirviera para decirles a los jóvenes que no conocieron los autobuses ardiendo todas las semanas, que no saben cómo suena un coche bomba en una ciudad: «Mira, esto es lo que nos pasó, que no se te olvide. Que no se te olvide nunca, para que no vuelva a ocurrir y para que no te roben tu libertad».

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO VASCO Y EL CORREO EL 20 DE OCTUBRE DE 2021