He tenido el enorme placer de tomar parte en la presentación del Libro Blanco de la Cultura. En el acto he insistido en la necesidad de impulsar un gran acuerdo social y de Estado por la cultura. Os dejo mi intervención:

Buenos días a todas y a todos.

Para mí es un auténtico honor participar en este acto y que me hayáis invitado a la presentación de este Libro Blanco de la Cultura.

Y lo que me gustaría, simplemente, es que mi voz se uniera a la vuestra como señal de alarma que alertara sobre la situación que vive en estos momentos el mundo de la cultura y la creación en nuestro país.

Por eso, ni utilizaré citas para parecer culto, ni frases bonitas para edulcorar la realidad. Simplemente diré lo que pienso, aunque sé que a algunos no les gustará y me criticarán por ello.

Pero es que creo que la cultura sufre una tormenta perfecta: dejación histórica en nuestro país; políticas de gobierno que lejos de favorecerla van en su contra; una revolución tecnológica que ha cambiado las formas de consumirla, sin que nos hayamos adaptado a ellas; concentración en megaempresas multinacionales en algunos sectores, que deciden lo que hay que consumir en un determinado momento y que, por lo tanto, deciden lo que sale a la luz y lo que se ensombrece; internet, nuevos soportes, piratería…

Y todo esto, en un país, España, en el que a la cultura siempre se ha puesto bajo sospecha; algo a lo que había que mirar con prevención. Y esta maldita y larga tradición, por un lado, ha impedido que la sociedad española asumiera como una responsabilidad colectiva el fomento de la cultura. Y por otro, que el poder siempre haya querido controlar, de mil maneras diferentes, las expresiones culturales.

La red privada que con esfuerzo heroico se creó en la época de la dictadura fue, de alguna manera, desmantelada en la época de la democracia, (fundamentalmente desde mediados de los ochenta), cuando las administraciones, y especialmente los ayuntamientos y CCAA quisieron capitalizar la distribución de los productos culturales.

Y ahora, la crisis económica ha sido utilizada como coartada perfecta para deshacer las estructuras públicas y recortar todas las ayudas a las privadas, sin preocuparnos de las consecuencias.

Y esto no puede seguir así. Nos urge un debate serio sobre el papel de lo público y de lo privado en el desarrollo de la cultura.

Pero claro que para ello es necesario, previamente, asumir la responsabilidad colectiva de la creación cultural. La cultura como bien común que no crece ni se extiende por generación espontánea.

La cultura es lo más radicalmente humano, (aunque quizás esté mejor dicho), que es lo que nos hace humanos.

Y seguramente no tenemos consciencia de esta importancia. Por ello lo más urgente es abrir el debate público sobre la importancia de la cultura, y abandonar los prejuicios antiguos que consideran a la cultura algo prescindible, y más, en épocas de crisis.

Lo segundo es el debate sobre: la responsabilidad de la administración pública; sobre la necesidad de potenciar el sector privado y sobre la responsabilidad del propio consumidor.

Son viejo debates que tenemos que retomar de forma urgente. La cultura, siendo un sector económico estratégico, (y a muchos hay que recordárselo más de una vez), no puede ser sólo un sector económico abandonado en la selva del libre mercado. Debemos decir con claridad que el sector de la cultura debe tener una protección especial por parte de la administración pública. Lo que no debe ocultar, ni obviar, la necesidad de tener un sector privado potente y, sobre todo, la de una social civil consumidora que debe asumir su propia responsabilidad.

Cómo podemos compaginar, en un mundo global, la defensa de la producción local y la apertura a la creación mundial.

Y, sobre todo, cómo hacemos frente a los enormes problemas que nos plantean las nuevas tecnologías e Internet. Es verdad que ofrecen enormes posibilidades a los consumidores, pero, a la vez, están destrozando la autonomía de los creadores y artistas con la piratería y, a la vez, dejando en manos de muy pocas empresas el control y el beneficio de la cultura.

La Plataforma en Defensa de la Cultura, que presenta este libro y las conclusiones de su Congreso, es la historia de una resistencia. Resistencia a morir. Es una muralla defensiva y un grito de protesta.

Pero creo que ha llegado la hora de cambiar de perspectiva, de pasar de la resistencia a la propuesta de futuro. Es hora de considerar a nuestra cultura y a nuestra creación: cuestión de Estado (como sucede en otros países); y por lo tanto, reclamar un pacto de Estado por la Cultura. Un pacto que obligue a todos. Que entendamos de una vez que la cultura tiene que ser incómoda (por supuesto), pero que es algo que nos enriquece humanamente dentro de nuestro país y que, a la vez, nos sitúa en el mundo.

Pero debemos de ser conscientes de que, a la vez que hablamos del modelo cultural, no podemos olvidar a los profesionales reales que dan vida, que sostienen, la creación cultural en España (porque si no, no habría nada que proteger ni promocionar). El boato, muchas veces artificial, de una parte menor del mundo de la cultura, no puede hacernos olvidar el diario penar de miles de trabajadores y artistas que la sostienen de verdad.

Por ello, me vais a permitir que recuerde algunas cosas urgentes y necesarias, que en vuestros documentos aparecen de forma repetida y que yo comparto:

• Primero la aprobación de un Estatuto del Artista. Una norma básica que dé cobertura a los derechos y obligaciones de los diferentes agente de la cultura.

• Segundo, actualizar la Ley de derechos de autor. Derechos para todos los agentes culturales, no sólo el autor. Y defender de forma clara al artista frente a la maquinaria empresarial. Vosotros dais el dato brutal, de que cuando una canción se baja de la red, (y eso cuando se hace de forma lega), el artista se queda, exclusivamente, con el 0,5% de los ingresos… Nos hace falta una nueva Ley de derechos del artista que le reconozca su trabajo y le defienda de los nuevos modelos empresariales globales.

• Tercero, Una ley de mecenazgo que merezca ese nombre. Nos hace falta una Ley de Mecenazgo para que la sociedad civil y corporativa se involucre en la cultura; para crear espacios fuera del control del Estado; y para dotar de recursos a la creación y su difusión… resulta incomprensible que hoy, que en la diferente normativa fiscal hay una cantidad enorme de letra pequeña que exime de pagar impuestos, – y que se utilizan para la elusión- no haya espacio para el mecenazgo.

• Cuarto, una reforma fiscal que reconozca la forma atípica e intermitente de las rentas de los artistas… Hay infinidad de reconocimientos a rentas irregulares que se liquidan de forma plurianual. Vosotros lo sabéis, los artistas pueden tener un buen año hoy, y estar tres en dique seco… Es necesario reconocer algunas formas de ingresos de los artistas como rentas irregulares y posibilitar su tributación plurianual.

• Quinto, los contratos de muchísimos trabajadores de la cultura son intermitentes por su propia naturaleza. Sois gente que vive a salto de mata, con contratos cortos y largos períodos de inactividad. Es necesario adecuar a esta realidad los derechos de prestación del subsidio de desempleo y del acceso a las pensiones.

Bueno, y aquí paro, porque se podría hacer una lista interminable y vosotros y vosotras lo sabéis bien.

Así que quiero terminar reivindicando el valor de la cultura: el valor humano, social y económico de la cultura.

Terminar como he comenzado, uniendo mi voz a la vuestra y pidiendo un gran acuerdo social y de Estado para defender la cultura (las culturas me gusta más decir a mi) en España, porque eso, sin duda, nos hará, simplemente, mejores.
Muchas gracias.