A partir de la manifestación multitudinaria de la Diada, el asunto catalán (y como derivada, la cuestión de la configuración del Estado español) está adquiriendo una gran relevancia.

Yo quiero aportar algunas reflexiones en torno a este asunto.

Lo primera es que tenemos un problema. Lo tenemos en el conjunto de España, pero, fundamentalmente, tienen un problema en Cataluña.

Y la segunda es que cerrar los ojos no modifica la realidad. Lo que modifica la realidad es la política; que ha brillado por su ausencia en esta cuestión, dicho sea de paso.

Por eso, lo que sucede ahora es que, mientras el nacionalismo plantea el órdago de un Estado catalán, en ámbitos progresistas se ha abierto también el debate sobre el federalismo como fórmula para solucionar el problema.

Yo no tengo miedo a ningún debate y mucho menos a ninguna formulación. Pertenezco a un partido federal y federalista. A mi lo que preocupa es lo que esconden las palabras.

Yo he sido siempre firme defensor del autogobierno. Porque el concepto de autogobierno es mucho más profundo que la fórmula concreta como se aplica.

Y lo cierto es que los socialistas y los nacionalistas tenemos una forma muy diferente de entender lo que significa el autogobierno. Para mí, lo esencial del debate es precisamente esto: ¿para qué sirve el autogobierno?

Los nacionalistas entienden el autogobierno como un trampolín para arrancar cada día más competencias al Estado unitario que compartimos todos, y seguir dando saltos hasta llegar a la autodeterminación y a la independencia.

La visión que yo tengo es radicalmente diferente.

El autogobierno no es una estación intermedia para la secesión. Para mí, el autogobierno tiene el sentido profundo de pacto entre diferentes. Tiene el objetivo confeso de sumar esfuerzos para la convivencia dentro de Euskadi.

El autogobierno que yo defiendo asume principios y valores que el nacionalismo no comparte.

Yo parto del reconocimiento de las diferencias. El reconocimiento de que en Euskadi la ciudadanía tiene formas diferentes de construir su identidad y de entender lo vasco.

Yo defiendo, como valor positivo, la coexistencia de la diversidad de identidades. Y reniego del objetivo de que todos y todas tengamos la misma identidad. El mero hecho de poner como objetivo una única identidad nacional crea marginación para los que no la comparten.

Yo concibo el autogobierno para definir un espacio común donde vivir juntos, sin que nadie renuncie a su forma de identidad.

No es que los vascos seamos diferentes de los españoles: principalmente, somos diferentes entre nosotros mismos, en nuestra forma de ser y sentirnos vascos. Por eso nos hace falta un ámbito político que nos permita el pacto entre iguales.

Éste es realmente el debate profundo, si nos ponemos de acuerdo en lo básico. Si todos renunciamos a lograr como objetivo una sola identidad por nacionalidad o comunidad autónoma, y si renunciamos a volver a la identidad única de españoles por decreto, es posible y necesario el debate sobre las formulas políticas que nos permiten convivir a los diferentes.

Pero, si el objetivo no es garantizar la unidad de los diferentes y lograr una convivencia en libertad donde no existen vascos de primera y de segunda, de nada sirve el Estado de las Autonomías, de nada sirve el federalismo.

Me gustaría que el señor Urkullu aclarara qué es lo que quiere y propone. Que explique a la ciudadanía a qué se refiere cuando habla de “más Estado vasco”, que precise qué pretende con ese “nuevo estatus político sin divorcio con España”. Porque de sus palabras se desprende que, de momento, el PNV no quiere la separación de España, pero sí un matrimonio a la carta.

Es necesario ser claros, no engañar a la ciudadanía y mucho menos, en estos tiempos de crisis, conducir al país hacia el abismo.

Yo defiendo el autogobierno para seguir viviendo juntos, para buscar la unidad de Euskadi. Sin pretender que nunca una identidad se imponga a otra, propiciando los mayores consensos para convivir. Oponiéndome a fórmulas que avancen en la ruptura.

Y quiero destacar la normalidad que los Socialistas Vascos hemos aportado en este tema, frente a la calculada ambigüedad nacionalista.

Algún nacionalista me dirá “pero así nunca vamos a resolver de forma definitiva el problema nacional”. Pues claro, eso es la democracia, renunciar a imponer una sola ideología, renunciar a una sola religión, renunciar a una sola identidad. Y garantizar, en igualdad de condiciones, las diferentes ideologías, las diferentes identidades y las diferentes prácticas religiosas.

Termino con una llamada de atención. La historia nos ha enseñado demasiadas veces que cuando se busca un enfrentamiento con el exterior no es raro que se trate de ocultar problemas internos a los que las instituciones son incapaces de dar solución. Y me parece que el Gobierno nacionalista de Artur Mas no ha hecho una buena gestión de la crisis, aplicando grandes recortes y dejando a la intemperie a muchos de sus ciudadanos y ciudadanas.