Un judío polaco que cuenta su historia en los campos estalinistas de Arcángel titula su libro “Un mundo aparte”. Las víctimas del terrorismo han vivido también aquí en un mundo aparte. En un mundo fuera del mundo en el que viven. Esa sensación amarga de verse expatriados en su tierra es seguramente lo que mejor define los largos años de silencio y abandono de las víctimas.

Y es también lo más doloroso de soportar; no pertenecer ya a la comunidad humana, ser miembros de una secta invisible. Un enorme silencio ha envuelto el llanto de las víctimas. Pero para que haya silencio tiene que haber ojos que no quieren ver, tiene que haber oídos que no quieren escuchar los gritos de dolor. Y en Euskadi ha habido demasiados corazones que se han cerrado al sufrimiento ajeno.

El asesinato del otro se convirtió en un acto banal que no interrumpía la vida cotidiana. ¡Cuántas veces un cuerpo asesinado en una acera no ha interrumpido la fiesta del pueblo! ¿Cómo no recordar ese claxon sonando hasta agotar la batería del coche, empujado por el cuerpo sin vida de un guardia civil asesinado junto a su novia, sin que nadie hiciera nada?

Eso ha pasado y nos ha pasado a nosotros.

Esa quiebra de valores éticos y democráticos en el comportamiento ciudadano es, seguramente la herida mas dolorosa, y la que llevará tiempo curar. Pero no se arregla negando la realidad, u ocultándolo en el silencio.

Cuentan que los conjurados contra Julio Cesar dio cada uno una cuchilla para sentirse ligados todos en el crimen. ¡Cuántas voces en Euskadi han cogido el puñal ensangrentando!

Pero hemos tenido también personas que se han conducido con la dignidad de los justos. Personas que no han querido dimitir de su propia condición y no han cedido al terror. Que han seguido defendiendo la libertad común frente al asesinato.

Ellos son los que nos han salvado. Ellos son los que nos hacen soportable nuestro pasado.

Gracias a ellos hemos vencido al terrorismo. Porque la decisión de ETA de poner fin a sus actividades terroristas no ha sido una concesión graciosa, ni el fruto de una súbita conversión de sus miembros a los valores democráticos. Tampoco ha sido por descubrir de repente la ilegitimidad e inutilidad de la barbarie terrorista.

No nos equivoquemos: si ETA lo ha dejado es porque ha tenido que desistir empujada por la política de firmeza democrática y tolerancia cero que hemos aplicado los Gobiernos central y Vasco; por la defensa del derecho y la Ley de Partidos para garantizar que las instituciones democráticas no fueran utilizadas para dar cobertura a las tesis totalitarias favorables al terrorismo; por la eficacia de la acción policial y judicial desarrollada en nuestro país y fuera de nuestras fronteras con la colaboración de otros países; por la deslegitimación ética, política y social de los postulados que han dado cobertura a la violencia; y por la resistencia cívica de quienes no consintieron, y por el ejemplo y el coraje de tantas y tantas víctimas y sus asociaciones que en los peores momentos han sabido resistir y no ceder ante la marginación y la amenaza.

Nosotros queremos construir una sociedad vasca decente, una Euskadi moralmente decente. Y por eso queremos mirar nuestro pasado, porque nos ha pasado. Esto ha pasado aquí, entre nosotros.

Mirar al pasado no es buscar razones para la venganza en el presente. Mirar el pasado es aprender. Es saber que las sociedades tienen un lado oscuro. Y que la libertad es una conquista inacabada.

Hoy hemos inaugurado en Bilbao el Congreso de Convivencia y Memoria; un congreso con el miramos al pasado, al nuestro y al de otras sociedades, para aprender, y para que el olvido no cubra con la inocencia el asesinato entre personas.

No podemos renunciar a la verdad de lo vivido. No podemos aceptar que se pase la página del terrorismo como si nada hubiera ocurrido. Y tampoco podemos permitir que se construya un relato de nuestra historia reciente en el cual las responsabilidades de quienes han sustentado el terrorismo aparezcan equiparadas con la lucha de quienes resistieron sus ataques.

La lucha contra el terrorismo ha sido fundamentalmente lucha contra una ideología totalitaria, contra unos comportamientos políticos que impedían la pluralidad.

El terrorista cuando atenta contra alguien, mata a aquél que representa el modo de vida que él quiere destruir. Con su acción violenta quiere que aquellos que van a llorar la muerte entiendan que pertenecen a un sistema político que ellos, los terroristas, quieren derrotar.

Todas las sociedades que han sufrido durante mucho tiempo el terror y en el que de una forma u otra han participado mucha gente se hace esta pregunta

¿Cómo podremos soportar nuestro pasado?

Yo creo que sólo podemos hacerlo con la verdad, reconociendo la verdad de lo vivido, y con la esperanza de un nuevo futuro.

Tenemos un pasado en el que ha habitado demasiado tiempo el silencio, no queremos ahora un futuro construido sobre la mentira. Una mentira que busca olvidar el dolor causado. Una mentira que quiere cambiar la tragedia de nuestro pasado.

No podemos permitir que los actores, que los cómplices del terror en Euskadi se presenten hoy entre nosotros como los garantes del fin del terrorismo y nos pidan a cambio el precio del olvido.

Para hacer soportable nuestro pasado es necesario mirarlo de frente, decir la verdad de lo vivido y denunciarlo.

Sólo así iniciaremos el camino hacia una sociedad decente.